La verdadera vanguardia: el juego-revuelta de delincuencia, el delito común y el nuevo lumpen:
Los delincuentes juveniles -y no los artistas pop- son los verdadesros herederos de Dadá. Captanto instintivamente su exclusión del conjunto de la vida social, han denunciado, ridiculizado, degradado y destruído sus productos. Un teléfono destrozado, un coche incendiado, un minusválido aterrorizado, son la negación viva de los "valores" en nombre de los cuales se elimina la vida. La violencia delictiva es un derrocamiento espontáneo del rol abstracto y contemplativo impuesto a todos, pero la incapacidad de los delincuentes para percibir cualquier posibilidad de cambiar las cosas de verdad les obliga, como a los dadaístas, a permanecer en el puro nihilismo. No son capaces de comprender ni de hallar una forma coherente de participar en la realidad que han descubierto, de dar salida a la excitación y la firmeza que les animan ni a los valores revolucionarios que encarnan. Los motines de Estocolmo, los Hell´s Angels, los motines de los Mods y los Rockers: todos son afirmaciones del deseo de jugar en una situación en que resulta totalmente imposible.todos muestran con absoluta claridad la relación existente entre la destructividad pura y el deseo de jugar: la destrucción del juego sólo puede ser vengada por la destrucción. La destructividad es el único empleo apasionado al que puede destinarse todo aquello que permanece irremediablemente separado. Es el único juego al que puede jugar el nihilista; el baño de sangre de Saló o los 120 días de Sodoma, proletarizando junto con los demás.
La enorme escalada de los delitos comunes -crímenes espontáneos y cotidianos a escala masiva- marca una etapa cualitativamente nueva en el conflicto de clases contemporáneo: el punto de inflexión entre la pura destrucción de lña mercancía y la etapa de subversión. Los robos en los comercios, por ejemplo, más allá de construir un rechazo elemental de la distribución organizada jerárquicamente, son también una refutación espontánea del empleo tanto del producto como de la fuerza productiva. Ni los sociólogos ni los vigilantes afectados (ninguno de ambos grupos caracterizado por tener una actitud especialmente lúcida ante la vida), han conseguido percibir que la gente disfruta robando o, a través de la jugarreta dialéctica aún más turbia, que la gente empieza a robar porque disfruta haciéndolo. De hecho, el robo es un derrocamiento sumario de toda la estructura del espectáculo; es la subordinación del objeto inanimado, cuyo libre empleo se nos impide, a las sensaciones vivientes que puede despertar cuando se juega imaginativamente con él en el marco de una situación concreta. Y la modestia de algo de tan escasa entidad como el hurto no debe engañarnos. Una adolescente recientemente entrevistada comentaba: "A menudo tengo la faltasía de que el mundo se detiene durante una hora; entonces entro enuna tienda y me doy marcha" (Evening Standard, 16/8/66). He ahí, vivo, en un estado embrionario, odo nuestro concepto de subversión: conferir un valor de uso completamente nuevo a este mundo inútil y en su contra, subordinándolo al placer soberano de la creatividad subjetiva.
La formación del nuevo lumpen prefigura varios de los rasgos de una subversión más amplia. De una parte, el lumpen es la esfera del derrumbe social completo, de la apatía, la negatividad y el nihilismo; pero al mismo tiempo, en la medida en que se define por su rechazo a trabajar y el intento de emplear su ocio clandestino para inventar nuevas modalidades de actividad libre, busca a tientas, por torpemente que sea, la superación revolucionaria viviente ahora es posible. Como tal podría convertirse en dinamita social. Sólo necesita tomar conciencia de la posibilidad de transformar objetivamente la vida cotidiana, para que sus últimas ilusiones pierdan su fuerza, por ejemplo, los fútiles intentos de reanimar subjetivamente la experiencia inmediata, agudizando la percepción por medio de las drogas, etc. El movimiento Provo de 1966 fue la primera tentativa de esta nueva fuerza social, en parte aún heterogénea, por organizarse como movimiento de masas que apuntase a la transformación cualitativa de la vida cotidiana. En su punto culminante, aquella erupción de autoexpresión perturbadora superó tanto el arte como la política tradicionales. Se derrumbó, nopor la supuesta irrelevancia de las fuerzas sociales a las que representaba, sino debido a su total ausencia de verdadera conciencia política: por su ceguera ante su propia organización jerárquica y a su incapacidad de captar toda la profundidad de la crisis de la sociedad contemporánea y las asombrosas posibilidades libertarias que encierra.
En un principio, es probable que el nuevo lumpen sea nuestro teatro de operaciones más importante. Tenemos que igresar en él como potencia hostil y precipitar su crisis. En última instancia esto sólo puede significar suscitar un movimiento real entre el lumpen y el resto del proletariado: su conjunción definirá la revolución. En terminos del propio lumpen lo primero que hay que hacer es disociar a la base del increíble montón de mierda de sus líderes e ideólogos exhiben tan ostentosamente. La falsa intelligentsia -desde el sopor de la última Nueva Izquierda subvencionada por la CIA hasta los gilipollas santurrones de International Times- es una nueva nomenklatura cuyas sinecuras dependen del éxito con que haga frente al punto más extremo de la revuelta social e intelectual. La parodia que escenifican no puede más que suscitar un radicalismo y un furor crecientes por parte de aquellos a los que pretenden representar. The Los Angeles Free Press, destilando su experiencia de la revuelta en un artículo apropiadamente titulado Sobrevivir en la calle, concluía con toda seriedad de esta guisa: "En resumen: abrigaos, manteneos limpios y seguid una dieta saludable y equilibrada, haced vida casera y evitad el delito. Vivir en la calle puede ser divertido si se estudian concienzudamente las reglas del juego" (reimpreso en East Village Other, 15/6/67). Los mercachifles hippies deberían, desde luego, mantenerse bien lejos de los lugares públicos, llegado el día. Sabido es que en el pasado la poésie fait par tous se ha mostrado un tanto propensa al gatillo fácil.
Sección inglesa de la Internacional Situacionista (1967). Tim Clarke, Christopher Gray, Charles Radcliffe, Donald Nicholson-Smith. La revolución del arte moderno y el moderno arte de la revoulución. Ed: Pepitas de Calabaza, Diciembre de 2007. pp 49-54.
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