domingo, 1 de noviembre de 2009

Oscar guasch. Para una Sociología de la sexualidad.


(...) La Sexología no libera el sexo. Al contrario (como la religión y la Medicina) le da pautas y lo ordena. Con estilo diferente, el control permanece. Se reforman las normas de acceso al placer, pero no desaparecen. La sexología es la transposición a un contexto democrático de discursos anteriores sobre el sexo. Por ello reproduce sus funciones latentes, aunque reforme las manifiestas. El cristianismo, primero, y la Medicina, después, defienden la pareja y una sexualidad coitocéntrica, interpretan la sexualidad femenina en términos masculinos, y condenan las disidencias sexuales. La moderna Sexología reproduce ese esquema.

La sexología sitúa el coito y la penetración en el centro de toda relación sexual. Aquello que dificulta el coito y/o la penetración es problematizado39. Excepto el coito, toda actividad sexual fue perversa para el psicoanálisis y la Medicina. La Sexología se limita a confirmarlo de manera sutil. Cristianismo y Medicina prescriben la pareja a través del matrimonio. La Sexología no limita la actividad sexual al ámbito matrimonial, pero defiende la pareja como el espacio idóneo de expresión sexual. Sin pareja no hay terapia sexual, y la terapia sexual ha de contribuir a garantizar la pervivencia de la pareja en el tiempo: el matrimonio pasa a ser pareja estable en términos sexológicos. El discurso de la sexología condena las disidencias sexuales, reproduciendo así esquemas anteriores. Las perversiones dejan de existir. Sadismo, voyerismo, pedofilia, son ahora «parafilias». El prefijo «para» implica no sólo un camino principal, sino también diseñar soluciones para controlar los alternativos. La sodomía reliosa se transforma en parafilia sexológica. La religión negaba la sexualidad femenina. La psiquiatría la juzgó en términos masculinos definiendo la mujer frígida. La sexología modifica parcialmente este discurso y reconoce el deseo sexual femenino. Pero se trata de un reconocimiento realizado desde la perspectiva masculina, que pretende igualar el deseo sexual femenino al masculino. De la sexualidad pasiva de la mujer se pasa a una sexualidad femenina activa y masculinizada que debe reproducir los esquemas culturales atribuidos a la sexualidad masculina. Estos rasgos culturales atribuyen al varón una disposición constante a mantener (consumir, quizás) relaciones sexuales. (...)

1 comentario:

  1. De él leí hace tiempo La sociedad rosa, Anagrama, ¿año?. Recomendable para comprender la "sociedad" gay.

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