lunes, 12 de abril de 2010

Antonio Bermejo. La lluvia no dice nada.

Antonio Bermejo nació el 2 de Mayo de 1926 en Santa Cruz de Tenerife: Hijo de madre gomera y padre salmantino.
Sus relatos fueron publicados en "Gaceta Semanal de las Artes" del periódico "La Tarde" desde que a los dieciocho años empezó a escribir "de forma seria" hasta 1957. Perteneció al colectivo "Fetasa" junto a Isaac de Vega, Rafael Arozarena, Francisco Pimentel y Juan Antonio Padrón.
Sufrió la dura homofobia de la época y marcó su relación familiar. Su vida estuvo dominada por el alcoholismo, el cual le impidió seguir escribiendo y aunque consiguió en sus últimos años vencer su problema con el alcohol, no volvió a escribir. Vivió una marginalidad tal, que acabó viviendo en una cueva en el Barranco de Santos en la isla que nació. Murió en 1987.
En el 56 obtubo el premio de novela "Benito Pérez Armas" con su obra inédita y perdida "La lluvia no dice nada" de la cual sólo se conserva su fragmento inicial.
Hoy hacemos justicia a un autor desconocido y olvidado de una época, la de los primeros años del franquismo, caracterizada por la escasez de producción literaria en Canarias al dejar atrás tantos cadáveres, encarcelados o doblegados al silencio.
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La lluvia no dice nada.
Cuando estos papeles lleguen a ti, ya se habrá formado el gran revuelo. Mi nombre sonará en cada casa, saldrá de cada boca en unos comentarios que no me favorecerán. Pero eso no me importa; cuando hice lo que hice, sabía lo que sobre mi persona caería, y este conocimiento me hizo demorar por un tiempo lo que fatalmente tenía que suceder. Pero siempre, en toda vida, existe un minuto propicio y al llegar a él todo nos resulta más fácil y se olvida lo que se tiene que olvidar.
No creas que trato de justificarme; si te escribo es porque siento necesidad de hacerlo. Quiero que tú relates a la persona a quien únicamente le interesa todo esto, a ella, las causas que me empujaron. No se lo leas; se lo dices escuetamente, porque leyéndome aprenderá a despreciarme y eso no lo deseo, aunque lo desees tú. Porque yo fui su ideal y soy solamente un hombre que supo recitar el papel de enamorado en dos facetas. Nunca dudé cuál fue la verdadera.
Te preguntarás por qué eres precisamente tú la persona a quien escogí para hacere stas confidencias. Fuimos amigos y dejamos de serlo. Existe en mí el onvencimiento de que tú eres parte fundamental en todo lo sucedido. Esto no lo puedes negar, porque ya el engaño no conduce a nada. Debes aprender que sólo se es antorcha una sola vez; yo ahora me estoy consumiendo y reparto mi luz.
Mañana, de madrugada, nos vamos. Ahora estoy solo, porque Marina fue de compras. Su equipaje no es muy abundante, de como podrás suponer, y es preciso que se presente a mi lado como lo que simulamos ser: una pareja de recién casados. Antes estaba echado en la cama, una de esas camas quejumbrosas de hotel barato y escondido, y me sentí, por primera vez en mi vida, completamente solo. Una soledad triste, que se metió por el balcón entreabierto como un desperdicio del cielo gris. Porque la tristeza tiene color grisáceo y el cielo de este atardecer tiene una tonalidad muy triste. esta emoción nueva fue la que me obligó a escribir. Quise hablar, y ahora lo estoy haciendo, porque cada palabra es escrita y pronunciada al mismo tiempo. Quizá sea ésta otra faceta de mi cobardía o un tubo de escape que busca la angustia. No lo sé, pero siento la necesidad de hablarte, para que tú hables por mí. Por que en mi soledad he adivinado la soledad de otra persona. Encontrarás en este escrito muchas frases, pero tú bien sabes que siempre fui aficionado a pronunciarlas. Apártalas y busca lo que suene a realidad. No te será difícil; la verdad tiene un sonido propio.

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Trato de ordenar mis pensamientos, porque trato de ordenar lo que fue mi vida, y lo primero que viene a mi memoria fue el día que me llevaron por primera vez a tu casa. Se había muerto mi abuelo. Me levantaron muy temprano y en brazos -tenía entonces siete años- me bajaron por la gran escalera. Al cruzar el vestibulo vi, en su sala grande, el ataúd con los cuatro cirios, pero no comprendí nada. Después en tu casa, jugamos. Tú eras el hijo de don Felipe, el hombre de confianza de mi abuelo, al que mi padre no podía ver por su alcahuetería oficiosa, y como a los niños se les aparta de los grandes misterios, me llevaron para que tú me distrajeras. Tú eras tres años mayor que yo y siempre fuiste más inteligente. Tenías un tren eléctrico, un "mecano" y una escopeta de balines. Me dejaste jugar con el tren y observabas mi alegría. Tú ya sabías lo que era la muerte y me lo dijiste. Creo que te fastidió el observar mi despreocupación infantil y para destrozarla lanzaste tu explicación. Pero no te entendí. Ya no vería más al abuelo porque se marchaba a vivir al cielo. "¿Y qué iba a hacer allá el buen abuelito?". "A conocer a Dios", me contestaste. A Dios se lo conocía; ahora se me ha olvidado. Se me ha ido con la suavidad con las que se alejan otras cosas muy agradables que han animado, por un tiempo, nuestras vidas. Pero esto es natural; de lo que pasa por las personas como yo, queda muy poco. Porque el hombre es un producto de las circunstancias. Yo he sido un mimado de la vida; tú has tenido que abrirte el camino. En eso, precisamente, está nuestra diferencia, porque por mi lado pasaron las cosas muy suavemente, casi sind ejar huellas, y las que las dejaron, más valdría que hubiesen pasado a distancia.
Pero todo se olvida hasta que llegue el momento de la reacción. Entonces se arruga el entrecejo y se estruja el alma; pero de ahí nada sale porwue nada puede salir. Y en el tormento de ser sincero, porque tampoco eso es aprendido de súbito, se llega a conclusiones que nos dehonran en nuestra condición de hombres. Yo quisiera que alguién me dijera cuál es la definición escueta y profunda de lo que el ser hombre significa. Uno tiene una idea desvaída que no atañe al heroísmo, ni a la santidad, ni a la rectitud. Es algo que está más allá, en la región de lo difuso. Le he dado muchas vueltas a este concepto y, de tanto buscarlo, he llegado a la conclusión de que ser hombre es la cosa más extraña y difícil que se puede ser en este mundo. Tú, aunque te lo creas, tampoco llegas, pero te acercas más que yo. He aquí otra de las causas por lo que te escribo.
Aunque nunca lo dijiste, sé que sufriste una pleuritis y por eso coincidimos en el mismo curso de Bachillerato. Y aquí empieza la historia. Sexto curso y apareciste tú. Gordo, deforme por los alimentos que te obligaron a ingerir durante la enfermedad. Tú fuiste el primero de la clase por tu trabajo inteligente; yo fui el primero porque poseía un atractivo simpático. A ti te buscaban porque les ayudabas en sus tareas escolares; a mí por el hecho de estar en mi compañía. Yo me di cuenta de ello y aproveché la ocasión. Y tú ya empezaste a tenerme antipatía pero lo disimulabas, porque también te sentías atraído. Más tarde te lo dije y lo negaste, pero en aquella ocasión mentiste. Y en otras. Pero eso no tiene importancia. Siempre es necesario mentir. Porque tú siempre has estado enamorado de ella. Vencí yo porque era natural que venciera.
20 de Mayo de 1956.

6 comentarios:

  1. Siento repetir lo mismo que la otra vez, pero es que me encanta!

    "Me dejaste jugar con el tren y observabas mi alegría. Tú ya sabías lo que era la muerte y me lo dijiste. Creo que te fastidió el observar mi despreocupación infantil y para destrozarla lanzaste tu explicación."

    "Se me ha ido con la suavidad con las que se alejan otras cosas muy agradables que han animado, por un tiempo, nuestras vidas."

    "Y tú ya empezaste a tenerme antipatía pero lo disimulabas, porque también te sentías atraído."

    En serioo, que pena que no haya mas, lo leeria de un tiron. A ver si Marta encuentra unos papeles perdidos en alguna comoda antigua... jeje

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  2. A mi también me encanta. Estoy excitada con el descubrimiento gracias a Yotty y emocionada por descubrírselo a Marta y que ella tenga tanta ilusión por desenterrar el recuerdo.
    Hay más relatos, los fotocopiaré y te los daré.

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  3. "Vencí yo porque era natural que venciera"
    ¡Qué Dandy tan elegante señor!
    :)

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  5. Tuve la suerte de conocerlo. Lo recuerdo sentado en un banco de La Rambla mirando a la nada y siempre tranquilo. "Era un excelente matemático y una buena persona". Eso decía de él Rafael Arozarena amigo de mis padres.
    Nunca hablé con Antonio Bermejo, pero me llamaba la atención aquella elegancia y serenidad que emanaba.
    Su texto es maravilloso y expresaba su visión de la vida y del momento.
    Un escritor para recordar y sentir admiración.

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